Las protestas en las universidades de EEUU contra el genocidio en Gaza y la complicidad en el mismo del Gobierno de Biden se extienden por los campus. La respuesta es represión policial, detenciones de profesores y alumnos, incluso en algunos casos su expulsión, paralización de expedientes académicos... En Alemania, las detenciones en actos de solidaridad con el pueblo palestino son continuas, muchas veces con una violencia policial extrema. En otros países de la UE, supuestamente alineados con las democracias liberales occidentales, esos actos y manifestaciones o la exhibición de la bandera de Palestina están simplemente prohibidas. A Biden le preocupa el efecto de su apoyo a Israel y de la represión de las protestas y acampadas universitarias en su resultado en las elecciones presidenciales de noviembre, hacia las que Trump avanza con ventaja. Putin y Xi, espectadores a lo suyo. A la UE le preocupa que esas protestas se puedan extender a las universidades europeas como ya está ocurriendo en Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Irlanda o Suiza y ahora parece que también en el Estado español. Del derecho de manifestación y de la libertad de expresión y de opinión ya si eso hablamos otro día. Parece evidente que hay mayor conciencia democrática en buena parte de las sociedades de los países que se denominan democracias que en la mayoría de sus dirigentes políticos. ¿Cómo hemos llegado a esto? Supongo que venía pasando y nos acostumbramos a mirar hacia otro lado. La mochila es demasiado pesada incluso para compartirla. Todo un sistema asentado en la democracia y los derechos humanos se está anulando ante nuestras mismas narices. Reporteros sin Fronteras avisa en el Día de la Libertad de Prensa que el asalto del poder político, económico y tecnológico a los medios esta eliminando su credibilidad e impulsando la desinformación y los bulos. Y llega la Inteligencia Artificial. Hace poco, Amnistía Internacional denunciaba el deterioro del Derecho en el mundo. Más aún. Occidente ya perdió su credibilidad como adalid de la defensa de esos valores de democracia y derechos humanos. Al poder de hoy le sobran. Son un incordio. El interés superior ya es sólo mantener el control del poder mundial, aunque para ello haya que desmontar todo el entramado institucional y legal organizado tras las grandes guerras del pasado siglo para evitar precisamente lo que está ocurriendo ahora. Y anular el poder de las organizaciones que salvaguardaban la vigencia de aquellos principios, desde la ONU a los tribunales internacionales. La falta de alimentos y las enfermedades endémicas, la lucha por el agua, las crisis climáticas, el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la ruptura del pacto social en Europa, la mercantilización abusiva y descontrolada de los recursos energéticos, el avance del modelo autoritario de pérdida de derechos y libertades y la progresiva imposición de un modelo socioeconómico globalizado de especulación financiera y sumisión de la política democrática a los intereses de los mercados generan un círculo vicioso de deterioro medioambiental y empobrecimiento general. Todo sucede ante nuestros ojos, pero optamos por querer creer que lo que ocurre no sucede. Como si fuera un mal sueño del que pronto despertaremos. Pero la inestabilidad es la base de esta nueva globalización del neoliberalismo depredador de este siglo XXI.