Que en una guerra no gana nadie es solo una verdad a medias. Puede ser que las fuerzas estén tan igualadas que no gane nadie y, efectivamente, haya un terrible empate. Pero normalmente, alguien gana y alguien pierde. Se entierra a los muertos y se dice que cayeron. Pero hay otros muertos que cayeron doblemente, los vencidos. En cualquier caso, una desoladora caída que marca generaciones.

Quienes estamos en los 50, sabemos que fueron nuestros abuelos los que vivieron la guerra civil. A ninguno le gustó lo que vio y eso que muchos de nuestros abuelos estaban entre los que ganaron. Ninguno nos hablaba de ello, sabían que era un horror. Otros abuelos, muchas veces el otro abuelo, estaban entre los que huyeron o los que fueron sometidos, torturados, humillados y asesinados.

Luego llegaron nuestros padres que crecieron en silencio. De eso no se habla. No te metas. Ojo. Y luego llegamos nosotros. Y crecimos en una democracia débil, violenta, amenazante. Ojo. No te metas. Pero bueno, ya hemos crecido y nuestros hijos nos demandan algo más de valentía y que hablemos de lo que haga falta. Bueno no, creo que nos lo pedimos nosotros mismos.

Y ahí están Los Caídos, el monumento al silencio, a la caída. Sin duda, quienes lo construyeron lo hicieron para ensalzar su victoria. Hay que ensalzar a los muertos y ensalzarlos más cuando la causa por la que murieron es miserable. La causa era vencer y no convencer. Simplemente mandar. Y ahora mandan otros y ronda la idea de borrar el edificio y eliminarlo de nuestra visión.

Entiendo esa rabia. No se puede resignificar ese edificio. Pero está ahí, lo construyeron quienes vencieron. Somos el único país del mundo en el que triunfó esa idea, el fascismo. Tirar abajo un edificio fascista tiene algo de negar nuestra historia, la parte que no nos gusta, que nos incomoda. Esa parte de la historia no desaparece por tirar un edificio. O quizás sí que desaparece y es peor, porque corremos el riesgo de repetirnos.

No soy arquitecto pero tenemos bastante literatura arquitectónica y escultórica que habla del vacío, de la idea de vaciar un espacio para ocuparlo de nuevo. Yo imagino ese edificio así, vacío, como la caída que simboliza. Como la ruina que es lo que realmente queda tras una guerra.

Ese edificio cerraba la Pamplona de 1945. Ahí acababa Carlos III y la ciudad. La presidía. Ahora esa avenida es peatonal y al fondo se ve un edificio que no se entiende. Sucio, viejo. Ese edificio quizás lo podemos vaciar, dejarlo en sus huesos, columnas y cúpula para atravesarlo al nivel del suelo, sin escaleras que lo ensalcen. Alguno de los bocetos que he visto va por ahí pero se queda corto en mi visión. Un vacío radical que nos permita ir más allá, atravesarlo en bici o andando en la Pamplona de 2025. Sin miedo, sabiendo qué es eso. Es lo que fuimos, pero ya no somos, porque nos levantamos de esa caída. Y al lado, ahí donde ahora hay un bar, explicar qué es ese edificio a quien no lo sabe, explicar qué tenía pintado en las bóvedas y a quiénes enterrados en el subsuelo. Cómo se había levantado algo tan alto para tapar una caída tan profunda.