Cuando una librería cierra sus puertas me parece que se apagan las estrellas del cielo y una se desliza por el tobogán de un enorme agujero negro. Como si los millones de letras que vienen conformando desde hace más de cuatro mil años las ideas de la humanidad estallen y sus restos de luz y cristal reboten en la frente anochecida, agrieten las manos y obstruyan la luminosidad de los ojos. Como si el mundo regresara a su día primigenio de ignorancia y miedo.

Una va remontando la historia del aprendizaje y conocimiento de nuestra especie, del principio importante como la dominación del fuego, intento de domesticación del universo flamígero que nos circunda, y escuchara el crepitar del tallar de signos, dibujos y letras en burdas en arcillas de la Mesopotamia, y en los ágiles papiros que transmitían la humedad y la corriente civilizadora del Nilo. Es la música de la humanidad primera fascinada de su creación de comunicación e intercambio, de enseñanza y apertura, y de la eclosión de todo ese sueño de grandeza en la Biblioteca de Alejandría, del trabajo imperioso que siguió de los frailes en la era cristiana, y el sonido del rascar de las plumas de mil aves sobre los ásperos lomos de los pergaminos creados con el sacrificio de mil animales. En conventos de Europa se entonaban balatas a su Dios mientras iba copiando los textos y los salvaron de otros seres humanos que crean en otros dioses. Siento sobre ese rumor la delicada voz de Safo que en su balcón de la isla de Lesbos apuró a sus discípulas a recitar poesía y cantar. Que eran humanidad.

Desde aquel tiempo al nuestro la escritura y su publicación cambió formato surgiendo la atronadora sentencia de la imprenta de Gutenberg, que convirtió las letras de pluma en esencia de plomo, empoderándose sobre el nuevo invento, el papel, y haciendo posible que la humanidad, toda ella, tal era el afán, pudiera ser ilustrada. Nos rescató de la ignorancia, desterró el miedo animal que asolaba nuestras almas, reivindicó para siempre el derecho a que cada miembro de la comunidad local o universal pensara con libertad. A elegir y confesar diferentes filósofas, a exponer poesías diversas, a cantar en cualquier idioma elegido que no impuesto, a leer arte, ciencia y filosofía con fluidez. Nos otorgó la eficacia de pensar cada quien por su cuenta y armonizar su creencia con las de los demás. Quizá el gran factor de la cultura reside en que nos sentimos menos solos en la inmensidad cósmica. Más acertados en la opinión personal, pero conjuntada con la de cada quien. En el respeto mutuo entre contrarios. En la aceptación del otro y en la deliberación respetuosa de su causa y la nuestra.

De las bibliotecas cerradas y marginadas, gracias a esta corriente civilizadora de la imprenta, se abrieron grandes centros educativos y se fueron creando para la humanidad las librerías, nuestras liburudendak. Un libro, el elegido y tesoro inapreciable, era posible cogerlo entre las manos, deleitarse con su encuadernación lujosa de cuero o las sencillas de cartón, y hacer bailar sus hojas entre los dedos, mientras el mensaje esencial iba recorriendo nuestra mente, ensanchando nuestra alma. Podías hacerlo tuyo y llevarlo a tu hogar para que formara parte de esa intimidad preciosa que vale más que una joya de oro. Porque el libro, aun cerrado, sigue hablando. Ilustrando la mente y estimulando a la acción. Fustigando a la esperanza.

Dos liburudenda, ejes de mi lamentación, cierran sus puertas tras años de impecable trabajo, una en Iruña, la otra en Lizarra. Las recuerdo pues he recorrido sus pasillos, tapizadas las paredes de libros, he hablado con sus valiosos promotores, he podido escoger el libro añorado, el preciso, aquel que buscaba, el que me esperaba. Siento en el alma la pena del adiós irreversible, la fatigada paciencia de que los tiempos cambian y que en medio de esta revolución técnica que vivimos, al libro, a las librerías, le toca una nueva forma existente. Pero que las liburudenda cierren despierta mi dolor, que han sido sustento vivo de la cultura. De nuestra cultura.

La autora es bibliotecaria y escritora