¿Cuándo empezó a aficionarse por la poesía?

–Empecé con lo que estudiábamos en clase cuando éramos pequeños. El Siglo de Oro, Garcilaso, Lope de Vega… Afortunadamente, yo lo estudié, ahora no sé yo… (risas). El chispazo me llegó con una canción del primer disco en solitario de Paul Simon, el que grabó en Londres. Citaba a Dylan Thomas, y yo, que creía que sería otro cantante, me fui a una tienda de discos a buscar discos suyos. Me dijeron que no era un cantante. Sería el año 75, yo tendría 14 años. Fui a una librería y me dijeron que era un poeta galés, pero que no tenía nada editado en España. Tuve que hacer un encargo a la editorial Corregidor de Buenos Aires, y me mandaron su libro Dieciocho poemas. Lo abrí, leí Los muchachos del verano y no entendí nada. ¡Tenía 14 años! (Risas). Pero algo pasó, ese fue el chispazo. Aunque no lo entendiese, me llamaba. Eran ideas, símbolos…

En los noventa, Loquillo y Trogloditas vivían días de éxito arrollador. ¿Por qué decidió parar la banda y publicar entonces un disco de poesía?

–Llegué a la poesía en los noventa por pura necesidad, y me salvó la vida. Los Trogloditas era una banda que competía en excesos con los Guns n’ Roses. ¿Excesos? Todos, uno detrás de otro. Los discos que empecé a grabar con Gabriel Sopeña me salvaron. Y, a la larga, me ayudaron a salir de Los Trogloditas, aunque intenté resucitarlos en muchas ocasiones. Una vez recompuesta la amistad con Sabino Méndez, todo se puso en su sitio. A partir de Balmoral (2008), mi carrera es otra. Ahora puedo verlo con distancia y me siento muy orgulloso. Los años con los Troglos fueron de aprendizaje. Años juveniles, de hacer lo que tienes que hacer con esa edad. No me arrepiento, hay quien lo hace con 50 años. Yo lo hice con la edad que me correspondía, y con la edad que me correspondía, lo dejé. 

Los inicios de este proyecto de poesía fueron complicados. Su entorno no creía en ello y algunos seguidores llegaron a insultarles en los conciertos.

–A mí me han sacado banderas sudistas en las primeras filas de los teatros. Nos llamaban maricones. Yo no entendía nada. El rock’n’roll no es eso. El rock’n’roll es tener los ojos y los oídos bien abiertos. Tan potente puede ser una estrofa de Gil de Biedma como un solo de Slash. La actitud rock es la de tirar muros, no la de llevar cazadoras de cuero porque sí. Y hay que saber envejecer, eso es un arte. Nadie va a superar a Bowie, pero al menos ha dejado unas pautas. No puedes ser una caricatura de ti mismo. Yo puedo hacer un grandes éxitos y cuando toco El ritmo de garaje, puedo hacer la broma y en vez de cantar ‘Tu madre no lo dice’, decir ‘tu hija’, que dentro de poco tendré que decir ‘tu nieta no lo dice’. Puedo hacer una broma, pero me resulta muy difícil cantar Quiero un camión. ¡Es que ya no tengo 19 años! Ahora prefiero un Aston Martin (risas). Es lo lógico, soy un caballero de 63 años. Bebo mi whisky de malta de 20 años y me fumo un cigarro de vez en cuando, porque ya ni fumo. Es la vida, hay que ser coherente. Madurar, hacerse mayor, está de puta madre. Pierdes menos el tiempo y puedes enviar a la mierda a cualquiera, como decía Fernán Gómez.

Llama la atención que encontrase tanta oposición entre sus propios seguidores. ¿Hubo también suspicacias por parte de eso que se llama la alta cultura?

–Todas. Algunos creen que la cultura es un coto privado solo suyo. Yo creo que la cultura tiene que abrirse y ser de todos. Debemos sentirnos orgullosos de nuestros profesores. Un país que desprecia la cultura y el conocimiento está condenado a ser un país de dóciles ciudadanos. La cultura te permite discernir por ti mismo. Somos enemigos del pensamiento único. Y cada vez que empiezo con un proyecto de poesía, me encuentro con los mismos problemas. Cuando haces rock, no eres peligroso, pero cuando haces poesía, te caen todos los golpes. Es curioso. Y es curioso que Benedetti siga siendo tan potente, que Aute siga siendo tan potente… Como dice la canción que nos cedió para la banda sonora de Mujeres en pie de guerra, “reivindico el espejismo de querer ser uno mismo”. Eso es lo que intento. 

“Hacerse mayor está de puta madre. Pierdes menos el tiempo y puedes enviar a la mierda a cualquiera, como decía Fernán Gómez”

En estos treinta años ha alternado discos de rock y discos de poesía. Ha llegado a decir que utilizaba los de rock para financiar otros proyectos más alternativos.

–Sí. Como sabes, estoy en contra de las subvenciones a dedo a amigos, conocidos… Siempre se las dan a los mismos. Desde el principio, intenté financiar mis proyectos con campañas publicitarias que no costaban nada al erario público. Y el éxito de los conciertos de rock español me ha permitido financiar documentales, películas, obras de teatro… hasta equipos de baloncesto. Siempre desde la empresa privada. Eso hace daño. Seguimos sin tener una ley de mecenazgo, seguimos sin tener el desarrollo del estatuto del creador. Y los discos siguen teniendo un IVA superior al de los libros. Es vergonzoso, pero nadie dice nada. ¿Por qué no ayudan a las compañías de discos independientes y sí ayudan al cine? ¿Por qué siempre se nos desprecia? No soy un artista indie de 25 años, soy un señor mayor. He vivido la transición, los ochenta, los noventa y los dosmiles. Y siempre es igual, somos los últimos.

Teniendo ya mucha experiencia en los dos ámbitos, ¿qué le impone más, un estadio con su banda de rock o un teatro con su proyecto de poesía?

–El teatro, sin duda. En el rock tienes muchos trucos. En el teatro estás desnudo. Nunca he entendido a los artistas que dicen que se transforman cuando salen al escenario. Es al revés, en el escenario tienes que comportarte como eres. Es cuando bajas cuando te pones la coraza y haces de Loquillo. El escenario es tu casa, estás entre amigos, construyendo algo. ¡Qué mejor sitio! En el teatro hay un trabajo de actor, porque soy intérprete de unos textos y tengo que hacerlos creíbles. Y sobre todo, tienes que aprender a contener. En un estadio de rock, todo es salvaje. En el teatro, todo es contención. Hay que aprenderlo.

Francis, de Doctor Deseo, decía que, para él, José Hierro es el gran poeta español. ¿Usted podría elegir uno?

–No podría quedarme con uno. Me gustaría poder musicar a Cortázar, a Cirlot y a Manuel Machado, que ha sido vilipendiado. Fue un poeta modernista y simbolista espectacular que cayó en el lado equivocado. El otro día escuché al cantante de La Guardia hablando muy bien de él, por cierto. O Borges. Son tipos que cada vez me caen mejor. Nunca terminas de aprender. Una cosa te lleva a la otra, eso es lo interesante. 

Ahora emprende esta gira y a finales de año publicará el disco sobre el poemario ‘Europa’, de Julio Martínez Mesanza. ¿Hay planes a más largo plazo?

–Ahora empezamos esta gira, pronto anunciaremos las próximas fechas. No sé dónde nos va a llevar. Claro que estamos pensando en otro disco de rock español, pero ahora vamos a disfrutar esto, vamos a ver hasta qué punto nos lleva. Nos va a transformar a todos.

No es la primera vez que viene a Tudela para ensayar uno de sus proyectos. ¿Por qué elige esta ciudad?

–Por los espárragos, supongo (risas). Nuestro técnico, Eric, es de aquí y nos habló de este teatro. Yo vivo muy cerca. Me gusta preparar mis discos y mis giras en lugares que no sean ni Madrid ni Barcelona. Antes lo hacíamos en Zaragoza. Me gusta excluirnos del mundo para que la gente esté concentrada. Aquí nos tratan muy bien. Si podemos, volveremos el año que viene. Es un lugar perfecto.